PilarVelardeNací en Liébana, en plenas montañas de Cantabria, en un entorno familiar sin demasiados recursos económicos pero en el que se empezó a forjar mi pasión por todo lo que tiene que ver con la gastronomía.

No conocí los tetrabrick de leche hasta la adolescencia y tardé en entender que los tomates, las lechugas y los garbanzos, se compraran en el supermercado, porque en mi casa la leche nos la proporcionaban las vacas, las verduras el huerto, las manzanas el árbol, y la carne era de nuestra propia matanza.

Y no era por esnobismo, ni porque mi familia estuviera comprometida con la ecología… era lo que había, lo que me tocó vivir.

Con 17 años, empecé a trabajar en hostelería (de camarera) en Santander, y una de las cosas que hice con mi primer sueldo fue irme a Palma de Mallorca con un amigo.

No olvidaré la sensación de libertad que sentí al coger aquel mi primer avión. Ése fue el inicio de mi pasión #GastroViajera, y el momento en que supe que quería dedicarme a la hostelería.

Otra de las cosas que marcó mis inicios profesionales, fue la visita al restaurante El Molino de Puente Arce a probar el menú largo y estrecho que el visionario Víctor Merino puso de moda en esa época en España. Eran principio de los ochenta, Jesus Sánchez estaba a cargo de los fogones en ese momento, así que se puede decir que Jesús fue “mi primer Chef”. Me impactaron aquellos platos tan sofisticados, modernos y elaborados. Aún le admiro y me sigue emocionando mucho su cocina…

Eran finales de los ochenta, y el Molino ya era un restaurante caro, o al menos lo era para mí. Me maravilló, me impactaron aquellos platos tan sofisticados, modernos y elaborados.

Ya sentí emoción entonces con todo aquello y entendí algo que me ha acompañado siempre; que la comida no sólo tiene la cualidad de alimentar el cuerpo por sus nutrientes, sino también el alma por la vía del placer.

Años más tarde fui a Can Roca. Estaba nerviosa como cuando vas a un concierto de música en directo y está a punto de salir el artista al que admiras. Conocer a los hermanos Roca fue increíble. Probar sus platos, los postres, los vinos… Fue un sueño, algo que no olvidaré jamás y donde volví a encontrar altas dosis de esas intensas gastro emociones.

La buena gastronomía tiene mucho que ver con los sentidos, al menos para mí ha sido una forma de entender la vida, un camino hacia la búsqueda de esa parte emocional tan importante.

Tenía 19 años cuando monté mi primer negocio.tortilla de patata a domicilio. Yo misma pelaba las patatas, y repartía los pedidos con mi moto.

En 1995 llegó Bodega la Montaña, un restaurante con mucho sabor y tradición en Santander, que me ha dado todo y al que le he dado todo durante todos estos años, y por el que no puedo sentir más que cariño infinito.

Después llegó Posada Bistruey, un pequeño hotelito rural con encanto en Liébana, y hace dos años Santa Luzía, un espacio gastronómico maravilloso situado en el valle del Saja.

Santa Luzía es mucho más que un restaurante, es un sueño cumplido, es pura pasión para mi, es un multiespacio en el que degustar, compartir, celebrar…, y en el que voy a continuar escribiendo mi historia profesional.

En la actualidad también colaboro impartiendo formación en escuelas de hostelería, y asesorando a otras empresas de mi sector.