Este proyecto ha nacido del corazón y de la convicción que una alimentación adecuada durante la infancia es primordial para el bienestar y la salud del futuro, y para hacer del mundo un lugar mejor, más justo, y más sostenible.

En nuestro país, de momento, no hay niños pasando hambre, porque la cobertura social y los bancos de alimentos funcionan bien y cualquier familia o colegio tiene acceso a los alimentos básicos, pero lo que falta (por coste y por logística) es incorporar a la alimentación infantil, productos frescos y saludables (frutas, verduras, pescado, carnes de calidad, etc.), algo muy importante y necesario para su desarrollo.

Para mí fue un regalo, una sorpresa, y una autentica revelación y revolución conocer el Colegio San Roque – Los Pinares y su comedor social infantil.

Se trata de un colegio concertado, en el que su director y todo el profesorado se implica al máximo, no sólo a nivel pedagógico y emocional, o llevando en sus propios coches a los peques para que puedan ir al colegio, sino también en la alimentación que recibe cada niño en el comedor, aún sin tener muchos recursos para ello, y sin poder evitar que algunos niños adelgacen en los periodos vacacionales.

Le doy las gracias a las hermanas Fombellida por ello, vosotras habéis plantado la semilla de este maravilloso proyecto.

Y lo que pasa, lo que me pasó a mí, es que cuando estos pequeñajos de todos los colores te miran, te sonríen, y te abrazan, ya nada vuelve a ser lo mismo.

Los niños me matan, la alimentación me apasiona, y la gastronomía es mi modo de entender la vida, así que de esta interesante mezcla ha nacido este proyecto vital para mí, que espero llegue muy lejos con la ayuda de todos los que queráis aportar un granito de arena para esta causa solidaria.

Yo recogeré todos los granitos de arena que vayan llegando, y montaré una playa mínimo tamaño la del Sardinero, y si la cosa va bien, pasaremos al formato big playa Copacabana.

No me conformo con menos, Yo sueño a lo grande.

GRACIAS a TODOS, pero especialmente a Álvaro, mi hijo, por enseñarme a través de sus insistentes preguntas inocentes, cuál era el camino para llegar a esta playa.

Esto va por ti hijo, y por tu generación y las que vengan, para que ojalá no necesitéis reivindicar las desigualdades, porque ya hemos sido capaces de entender y poner en práctica que la clave de todo está en el compromiso con los demás y con el planeta en el que vivimos.

Dar es una de las cosas que más felicidad produce, por eso vamos a recibir mucha, mucha felicidad todos los que colaboremos con este proyecto…

¡Amigos, nos vemos por la vida!