No creo en la suerte. Ni en la buena, ni en la mala.

No creo que si un negocio de hostelería está lleno signifique que es porque tienen buena suerte, ni que otro que esté vacío sea por mala suerte.

No creo que a un restaurante le den una estrella Michelín por suerte (y no te digo ya dos…), como tampoco creo que se pierdan estrellas o reconocimientos por culpa de la mala suerte.

Que un local funcione bien o mal, bajo mi manera de entender este sector, no depende de la buena o la mala suerte, sino de otros factores mucho más técnicos y profesionales, como por ejemplo tener un buen estudio de mercado antes de abrir que nos aporte datos sobre las posibilidades reales de negocio en esa zona en concreto.

También es importante llevar a cabo una buena gestión desarrollada por profesionales formados que conozcan el sector, porque lo de “mi cuñado que es muy manitas me lo monta, mi suegra me hace las croquetas que le salen riquísimas, y mi vecina me lleva el feisbú”, es la crónica de una muerte anunciada.

Y falta añadir un ingrediente fundamental en todo proyecto, que no se compra en ningún sitio, ni se aprende, ni se puede pedir prestado, que es la PASIÓN, y que junto al trabajo planificado, la dedicación, y el esfuerzo diario, es lo que seguro nos va a llevar a alcanzar el éxito.

La suerte es muy poco o nada determinante bajo mi punto de vista.

En algunos casos si puede haber un componente de mala suerte, aunque a eso yo le llamo agentes externos incontrolables, que efectivamente pueden alterar la cuenta de resultados de un negocio, pero que por otra parte puede suponer una oportunidad para agudizar el ingenio, y encontrar otras alternativas.

Mala suerte es por ejemplo tener un local cerca de la playa, y que un temporal te destroce el establecimiento.

O que en una estación de esquí no haya ni una gota de nieve en Navidad.

Mala suerte es que te toque la lotería, y que el boleto premiado haya ido a la lavadora.

Buena suerte es que, aunque nunca juegues a nada, alguien te regale lotería y te toquen una porrada de millones.

Así que, si el 22 de diciembre algo de esto me ocurre, prometo cambiar de idea, de momento sigo pensando que la suerte se puede buscar…

La Suerte