¿Quién no ha tenido alguna vez una bronca de las buenas con su pareja justo antes de ir a cenar al restaurante en el que tenían mesa reservada?

Y si además ese día llueve a mares, y ha habido “rediscusión” también por el aparcamiento y porque “tendríamos que haber venido en taxi; no ves que me he cálao los pies, y mira cómo se me ha quedado el pelo”…, entones ya ni te cuento con el ánimo, el humor y la predisposición que llegamos a sentarnos a la mesa.

Buenas noches, ¿qué van a tomar los señores? -Todavía no hemos decidido… Bueno, pues les dejo un poco más de tiempo.

¿Compartimos o un plato para cada uno, que te apetece? -Pide lo que quieras, yo no tengo hambre.

Vuelve el camarero, segunda intentona… Bueno, ¿ya lo tienen?   –Sí, nos pones unas alcachofa-s… y casi sin acabar de pronunciar la ese  final… viene la contracomanda, -No, yo alcachofas no quiero, no me apetecen.

No me extiendo mucho en cuantas veces más el camarero va y viene, y lo que tardan en elegir el vino, o si acaban tomando cerveza o no piden postre, porque eso es un dato directamente proporcional a la intensidad de la bronca, y a como se les haya quedado de estropeado el pelo con la lluvia.

Pero sobre lo que sí quiero reflexionar es cuánto y cómo influyen los agentes externos en el resultado final de la experiencia de ir a consumir gastronomía y en lo difícil o casi imposible que resulta reconducir, por ejemplo, situaciones como esta.

He encontrado un estudio de la universidad Georgia Tech (Atlanta) y Yahoo , que abarca un periodo de diez años y recoge 1,1 millones de comentarios vertidos en sitios webs como Foursquare, Citysearch y TripAdvisor, que concluye que los días lluviosos o fríos, los restaurantes reciben más críticas negativas online.

Puesto que no se puede controlar la climatología, ni intervenir en el estado de ánimo anterior a que los clientes lleguen al restaurante, no sé qué sentido tiene este tipo de análisis como no sea ponernos de mala leche, pero en fin, los americanos son así, les gusta hacer estadísticas de cualquier cosa.

Ósea, que los hosteleros Cántabros según este estudio, podemos darnos por fastidiaos, y solo nos queda rezar para que en días fríos y lluviosos no haya mucho #enfadoning…

¿Y si llueve?